EL GUARDAMETA NO ESTA SOLO

Soccer - FA Cup - Semi Final - Chelsea v Liverpool

En el calentamiento ya estaba jodido. Arrastraba los pies. Ejecutaba los ejercicios en una atmósfera de desidia y pesada flojera. En su propio microclima de abandono. El estómago se le caía al suelo y se preguntó si el campo magnético que le circundaba no tendría una fuerza gravitatoria más elevada e insidiosa. Desde luego no se imaginaba a ningún pájaro echando a volar por donde él pisaba. La hierba le olía a podrido y cuando se encaminó a la portería se percató de que el sol le daba directamente en la cara. Mala cosa.

Iniciado el encuentro veía dos balones, todo su afán se concretaba en la solución del enigma: cuál de los dos era de cuero y cuál de aire y alucinación visual. Llegado el momento de actuar, se decidió por uno de ellos. Un balón fácil que venía hacia él trazando una suave parábola, pero le rebotó en las manos y tuvo que hacerse con él en dos tiempos. Cuando su cuerpo llegó al suelo sintió el impacto como una sorda demolición de carne y hueso, de plomo. Le pareció como si se hubiera quedado allí clavado, pegado al césped por acción de la melaza magnética que lo rodeaba. El esfuerzo de levantarse le produjo una sensación de zozobra en lo húmedo, mar gruesa orgánica. En la grada se dibujaron rareos y sutiles muecas de preocupación, salpicaduras de caca en la confianza. Le llevó unos segundos interminables localizar a los jugadores y distinguir unos de otros. Una pérdida de tiempo, lo mejor que podía hacer era pegar un patadón y alejar la pelota de su portería, cuanto más lejos mejor, que se arreglaran ellos. Fue un saque flojo que apenas rebasó el centro del campo, pero al menos se procuró unos instantes de calma mientras los jugadores disputaban en un horizonte turbio del que nada quería saber.

Hay una cosa importante, temblar no es bueno, y él temblaba, no por miedo, que también, si no por falta de estabilidad; esa que permite tener el cuerpo bien plantado y los músculos en tensión, preparado para salir a buscar el balón, para tapar el arco o realizar alguna estirada en el momento justo; ni un segundo antes ni uno después. El guardameta se miraba los guantes culpabilizándolos, buscando en ellos el motivo por el que se le había escapado la pelota. Trató de humedecerlos escupiéndose en las palmas pero sólo consiguió que afluyera un delgado hilillo de su boca estropajosa que quedó suspendido entre los labios y el guante.

Olvídase de eso, muchacho –le dijo la voz.

¿Cómo que me olvide? ¿Quién cojones ha dicho eso? respondió girando la cabeza a ambos lados mientras trataba de desembarazarse del hilo de saliva sacudiéndose la mano.

Soy la voz del aficionado, de uno que reflexiona sin dejarse llevar por la parte volitiva.

¿Eh? Estoy peor de lo que pensaba dijo para si.

Estamos hablando a través de un proceso telepático, estoy en la grada, justo detrás de usted.

El guardameta se dio media vuelta localizando a unos críos que correteaban entre los asientos plastificados del graderío, un poco más arriba había un hombre pequeño y avejentado que fumaba en pipa y levantó la mano para saludarle.

Cuidado, están a punto de bombear un balón –dijo la voz.

Pero qué cojones…

El guardameta volvió al juego justo a tiempo para ver el balón como un guisante blanco recortando entre los limpios del cielo. Se concentró en él haciendo un cálculo para saber cuando y donde caería exactamente. La pelota se estaba convirtiendo en una sombra parda a medida que se acercaba al sol; de pronto pareció que el sol se la hubiera tragado para volver a escupirla un instante después. Cuando decidió ir en su busca notó la respuesta perezosa de las piernas, era como correr a través de una ciénaga. Tiró de ellas en un arrebato desesperado pero chocó bruscamente con un defensa de su equipo que despejaba de cabeza. El golpe le hizo caer como un fardo mientras oía la los reproches <<¡Me cago en Dios! ¡Si vas a salir a por ella avisa! ¿Pero qué coño te pasa?>> El guardameta se puso en pie sintiéndose un estúpido, hubiera querido contestarle, recuperar su autoridad con un buen grito; una airada réplica que pudiera afianzarle en su posición de jefe del área, pero cuando se decidió a hacerlo el defensa ya se había perdido en una nube de camisetas descoloridas y confusos guarismos. Se sentía asediado por el latoso rumor de la grada, un eco cavernoso en el que predominaba la vocal “U” aseteado por el chirrido de los pitos y las protestas fachendosas. Todavía un poco aturdido por el golpe, no podía saber lo que decían, pero podía imaginarlo, dicen : <<Ya estamos como siempre>>, <<Ese tío no vale>>, <<Así no se puede>>, <<Ese portero es una mierda>>… Decían <<¡BORRACHOOO!>>.

La noche anterior se había ido de caipiriñas (lo único que no bebió), se tomó más de trece cubatas. Cuando comenzaba la noche se sentía muy seguro <<un par de tragos y me voy a la cama>>. Tras las primeras copas se iba confiando <<mañana estaré recuperado, estoy en plena forma>>. Después todo daba igual, y al instante suena el despertador y piensa <<ay, mierda>>. La ducha parece que sí, pero no. Los ojos inyectados en sangre y la fofa inconsistencia de su piel haciendo ridículas y poco convincentes las expresiones de seguridad ensayadas frente al espejo. Se dirige al campo pensando <<ojala no haya partido, ojala llueva o nieve o desaparezca la liga o estalle alguna guerra que nos obligue a todos a ir a morir a donde sea>>.

Nada de eso ocurrió. Trató de sonreír recordando la voz que había surgido en el interior de su cabeza pero la sonrisa se derrumbó, apenas esbozada, como un castillo de arena barrido por el oleaje. Podía oler aquella pestilencia dulzona en su transpiración, sentir una gota gorda brotando en el centro de su cabeza como un sapo con vocación de sombrero. Intentó poner sus músculos apunto ejercitando los brazos, flexionando las piernas y realizando repeticiones de saltos, pero no conseguía sacudirse la pegajosa torpeza que le dominaba. Si los jugadores del otro equipo lo supieran tirarían incluso desde el centro del campo. Debía aparentar entereza y dominar la escena. Unos cuantos gritos con gesto encolerizado podrían bastar, no es necesario que lo que grite tenga sentido, no es lo que se dice si no cómo se dice, basta un ¡EEEEH, COJONES!, un ¡ME CAGO EN LA PUTA QUE ME PARIÓ!, para que todos piensen que está muy concentrado en el partido. Una fanfarronada, la ilusión de crear una ilusión.

¿Pero para qué? Pensó cuando ya ahuecaba las manos en torno a la boca para amplificarse. No podía ocultar nada, bajo el larguero hay un cancerbero con pies de barro, una gallina sin plumas en el cuello, un bono-bus gastado, el sin brazos… Tarde o temprano llegaría el gol y llegó temprano. Se produjo en un rápido contraataque, el que llevaba la pelota se escoró hacia la derecha comenzó a avanzar hacía la portería. Al traspasar la línea del área, el guardameta salió a buscarlo, pero no había dado ni dos pasos cuando el jugador cedió a su izquierda donde apareció el extremo entrando a toda velocidad. El guardameta vio pasar el balón ante sus ojos y supo lo que tenía que hacer, tenía que llegar hasta el otro poste y tapar el hueco por donde sin duda el balón iba a entrar. Era una parada difícil pero podía hacerse, no sería la primera vez. Aquello le reconciliaría con el mundo, cerraría las bocas de esos cretinos que no tenían nada mejor que hacer un domingo por la mañana que acudir a un partido de tercera a desgañitarse en un vano intento de sublimar sus exiguas miserias. Sin embargo, las cosas sucedían a una velocidad en su resacosa cabeza y a otra en la vida real; sus músculos reaccionaban con fastidio, las piernas no le daban. Cuando estuvo en el aire con su cuerpo formando una línea paralela con el suelo, justo antes de pensar <<lo voy a parar >>, el balón ya había quedado tras él, allí donde nunca debiera estar. Nadie podía reprocharle nada, lo había intentado, aunque sabía que no tenía posibilidad alguna, así no. En la retina de sus compañeros quedaría como una valiente tentativa que podía disculparlo, pero nada hubiera cambiado si en lugar de estirarse se hubiese quedado junto al poste fumando un cigarrillo. Cuando vio el balón allí dentro le sobrevino una impotencia que se fue resolviendo en una especie de tonta tristeza infantil. Al levantarse a recoger la pelota, el vómito se le agolpó en la garganta y hubo de tragarse aquella cosa ante su propio estupor ¿Había ocurrido realmente? El rasposo amargor en el paladar decía que sí. Tuvo la sensación de que no estaba jugando un partido, era más bien como si estuviese representando un papel en una comedieta, su único objetivo era hacer de guardameta solvente, no ser solvente, tan sólo parecerlo. Si esto coincidía con el objetivo de que su equipo no perdiera, tanto mejor, te llevo porque me pilla de paso, pero poco le importaba el resultado del partido siempre y cuando no quedase ridiculizado en la parte que le correspondía. El portero está solo, se decía, es un marginado dentro del grupo ¿Qué clase de estúpido juega a defender con su cuerpo una portería cuando el resto corre, se las ingenia, lucha, dibuja jugadas y se recrea en la esencia del juego? El portero juega con otros conceptos, lleva otra camiseta, es otro rollo… Juega a no perder y casi siempre pierde, la única cosa por la que pelea es por mantener cierta belleza en la derrota, un evitar tanto como le sea posible la razón principal del juego, el gol y el gol llega casi siempre, si no, no hay fútbol.

¿Para qué hace esto? le preguntó la voz.

¿Para qué hago el qué?

Jugar así… no lo entiendo, exponerse de esa manera…

Soy el portero.

Claro…

¿Pero qué coño es esta puta voz? ¿Qué cojones de droga me tomé yo anoche?

Sólo soy un aficionado, ya se lo he dicho. Estoy contactando con usted telepáticamente…

¿Pero de verdad estás ahí detrás?

Sí, no se vuelva. Sigua el juego ¿Está siguiendo el juego?

Sí.

Vale ¿Podemos hablar?

¿Para qué?

Para que no esté solo ¿Qué edad tiene?

Adivínalo, estás dentro de mi cabeza.

Estoy dentro de su cabeza telepáticamente, y eso sirve para que podamos comunicarnos pero no soy un puñetero adivino.

Treinta.

¿Y tiene aspiraciones de llegar a algún equipo importante? No sé, de primera o segunda división…

¿Estás de broma?

¿Y entonces por qué sigue?

¡Joder, por que no tengo otra cosa! Me pagan un sueldo.

Le pagarán una mierda.

Pues con esa mierda vivo.

¡El balón!

Ya voy.

El guardameta tuvo que ir a recoger la pelota que había salido por la línea de fondo. Después la colocó sobre la línea del área pequeña y sacó de puerta.

¿Qué hizo ayer?

Estuve tomando unas copas con unos amigos.

¿Con los compañeros del equipo?

No, amigos.

¿Y por qué bebió tanto?

¿Cómo que tanto?

¿A qué hora llegó a casa?

Yo qué sé.

Podía haber tomado un par de copas y acostarte a una hora razonable.

Esa era la intención.

¿Y?

Era sábado, lo estaba pasando bien. Te tomas unas copas y luego otras…

¿Y lo que no son copas?

Eso también.

Sigo sin entender qué es eso tan divertido que impide a un deportista que tiene que levantarse temprano para jugar un partido cumplir con su responsabilidad.

También había unas chicas, quería follármelas.

Entiendo, pero no se puede hacerlo todo, es cuestión de prioridades. En la vida hay que elegir.

Elegiría si pudiese vivir varias vidas.

Eso no sé si podrá ser, yo soy agnóstico… prácticamente ateo.

Y yo, por ese motivo quiero hacerlo todo.

Y todo mal.

No bebo mal del todo.

Seguro, pero si tiene que jugar y el día anterior se va por ahí de copas tampoco lo disfrutas plenamente, ya que le acabará preocupando el hecho de no estar bien para el partido.

Si bebo lo suficiente casi consigo olvidarlo.

¿Del todo?

No, del todo no.

Pues eso, y lo mismo ocurre cuando juega en malas condiciones como ahora, no disfrutadel partido ¡Cuidado, hay vienen otra vez!

Ya los veo.

¡Pero salga hombre, no se quede ahí!

¡No me digas como tengo que hacer mi puto trabajo!

El delantero rival había conseguido controlar el balón dentro del área, en las inmediaciones había otros compañeros esperando el centro. El guardameta se adelantó un par de pasos, flexionó las piernas disponiéndose a intervenir, concentrándose en tensar los músculos. El delantero intentaba regatear a un defensa cuando fue derribado. Sonó el silbato, el árbitro indicaba el punto fatídico. Los jugadores le rodearon en una nube de aspavientos y protestas que de nada servirían, el rollo de siempre. El guardameta se volvió a mirar hacia la grada y allí estaba él. Ahora con el juego detenido se fijó un poco más, esta vez le pareció un sujeto de lo más pintoresco, una especie de profesor retirado de barba canosa y ojillos sagaces vestido con una chaqueta de lana apolillada y un sombrero de pana verdoso. Su cara moruna le era muy familiar. El tipo encendió su pipa con la parsimonia del profesorado y después de soltar una bocanada de humo la levantó a modo de saludo. El guardameta se situó bajo el larguero, miró al lanzador, un chico con el pelo de punta como estalactitas apelmazadas que dejaban a la vista el cuero cabelludo, unas patillas ridículamente finas cercaban sus orejas; un modernillo birrioso, otro más, uno de esos que toman carrera y amagan con tirar a romper para frenarse en el último instante y lanzar suavemente al otro lado. Tras estudiar su aspecto, calibró la decisión. Era un idiota delgaducho y frágil, probablemente se creería muy técnico así que chutaría por lado de su pierna natural, si era diestro a la izquierda del portero, si era zurdo a la derecha. Se alejó un par de pasos del balón y se perfiló para lanzar. El guardameta dedujo que era diestro cuando observó como se pasaba la mano por el pelo para fijar las estalactitas engominadas.

Escuche dijo la voz he estado observando a ese chico y creo que…

Ahora no, socio.

El guardameta sabía que no tenía nada que perder, lo normal en un penalti el gol. Sólo tendría que dejarse caer, fuera el balón a donde fuera no sería culpa suya, pero quería pararlo, quería intentarlo, pensó que estaría muy bien hacer algo así. Una oportunidad para la redención. No sería tan difícil si acertaba con el lado. Miró a los ojos del lanzador que le mantuvo la mirada un instante antes de sonreír con falso desdén y mirar al árbitro esperando la orden. El guardameta se mentalizó para estirarse hasta llegar a su poste izquierdo, y eso hizo un segundo antes de que el pie del lanzador entrara en contacto con la pelota. Cuando estaba en el aire lo supo, el balón iba hacia allí, él iba hacia allí, tenían una cita a la que ambos llegaban puntuales. La grada bramó, sus compañeros le felicitaron y el lanzador se llevó las manos a la cara y estuvo un rato negando con la cabeza y mirándose los pies. El guardameta suspiraba desterrando tensiones. Se sintió más ligero, había compensado sus errores, los errores de todo el partido, los de la noche anterior. Vivía rápido, sufría, luchaba, lo había conseguido. Una efímera victoria, más que suficiente.

¿No vas a decir nada, socio?

Tengo que reconocer que eso ha estado bien.

Cuestión de suerte.

Lo hizo usted muy bien.

He cumplido.

Pero su equipo aun va perdiendo.

Yo he hecho mi parte, no puedo meter también los goles.

Está muy crecido, pollo. Usted sabe que no ha cumplido enteramente, no lo hace cuando llega a jugar un partido en estas condiciones.

Poco tiempo después de reanudarse el juego, el árbitro indicó con un estridente pitido que el primer tiempo había concluido. El guardameta en lugar de encaminarse al vestuario con el resto de sus compañeros, se dirigió hacia la grada donde el hombre de la pipa le esperaba atusándose las barbas.

¿Eres Julio Angüita?

¿Qué tiene que ver eso?

Eres Julio Angüita.

Eso no importa, he querido comunicarme contigo para ayudarte, para que no te sintieses solo porque siempre he pensado que los porteros son figuras incomprendidas que han que soportar una responsabilidad compleja. Juegan a ser sólidos, a no perder sabiendo que lo normal es que sean vencidos, al menos en la parte que les corresponde… Su cometido es ciertamente utópico…

Yo le voté.

Ahora estoy retirado.

Somos dos utópicos ¿No le parece? Dos utópicos telepáticos.

La ideología no tiene por qué ser utópica.

Quizá no, pero pensar que la gente pueda entenderle a uno si lo es.

Estoy retirado, ahora lo que me interesa es saber por qué alguien actúa así.

¿Por qué actúo cómo?

Así, podrías llegar a ser bueno. Tienes cualidades y lo hechas todo por tierra. No eres un chiquillo, ya tienes edad para actuar con responsabilidad, coge las riendas de tu vida, hombre de Dios.

¿Pero qué sabe usted de mi vida? ¿Y qué hace en un campo de fútbol de tercera división contactando telepáticamente con el portero? Debería estar escribiendo ensayos o probando sus teorías en la junta de vecinos.

He venido a aprender, a conocer los hechos del mundo porque hay cosas que sigo sin explicarme.

¿Pero de qué habla?

El señor Anguita se sumió en el silencio por unos instantes. Miró al suelo, después al cielo donde el sol le obligó a achinar los ojos. Movía la cabeza hacia ambos lados con virulencia y obstinación mastodóntica. Intentó calmarse dando una chupada a su pipa pero se había apagado, lo que pareció contrariarle más.

¡De todo, de absolutamente todo! ¿Cómo es posible que a estas alturas y partiendo de una democracia consolidada no seamos capaces de asumir nuestras responsabilidades? ¿Qué hay que hacer para que el individuo participe de la política, de la vida social y se interese por construir un sistema justo y sólido?

Pero eso qué tiene que ver con…

Todo, lo macro si explica a través de lo micro.

No hay conciencia social, señor Anguita, hoy todo es clase media y una búsqueda permanente de estímulos individuales. No se lo tome tan a pecho, la vida es una fiesta que se termina…

¡Claro, reguémonos el alma con unos vinos y cuando el vino se acabe nos tiramos los vasos a la cabeza! ¡Olvidémonos de todo y construyamos una nueva Gomorra! Todo es una mierda ¿Verdad, guardameta? Nos decimos, todo es una mierda, apuramos los licores y luego nos reímos con esa risa gruesa que gastan los imbéciles en los ambigús.

No desbarre Anguita, lo único que puedo decirle es que jugar con resaca no es bueno y beber con remordimientos tampoco ¿Pero sabe qué es lo peor?

Qué.

Aguantarme, reprimirme, renunciar a algo esperando que después merezca la pena, la mayoría de las veces no la merece.

Morir joven y dejar un bonito cadáver, como esos ídolos del rock que venera la juventud.

La juventud venera el dinero, como el resto, y no se trata de morir sino de vivir, califa, vivir el momento.

Carpe diem.

Lo que sea… ¿Se va a quedar al segundo tiempo?

No tengo nada mejor que hacer.

Pues como yo.